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Resistencia


Historia de la lucha revolucionaria en Italia (1960-2008) - 6ª Parte


12. 1980: la primera crisis

Hasta finales de marzo, las cosas siguieron a ese ritmo. Se produjo incluso la ejecución de una patrulla de tres policías de la Digos que, de civil, patrullaban el territorio en una zona industrial de Milán y, más tarde, una ofensiva contra los jueces: cayeron cuatro en diferentes ciudades y a manos de diferentes OCC. Pero la guerra pronto terminaría siendo cosa de dos: el Estado finalmente consiguió encontrar un punto débil, una grieta. En febrero-marzo, dos militantes de alto nivel, después de su detención y de varios días de aislamiento, traicionaron y entregaron a decenas de camaradas.




Anna Maria Ludman


Fueron el jefe de la columna de Turín de las BR, Peci, y un responsable de Prima Linea, también de Turín, Sandalo. De inmediato se hizo patente un grave error estratégico (si no de fondo, sobre el modo de concebir la organización y el papel de los dirigentes). Sabían mucho, demasiado: en el caso de las BR, debido a una mala concepción de la centralización y verificación de las informaciones sobre los camaradas (error de concepto antimarxista-leninista), mientras que en el de Prima Linea fue más bien la tendencia anarquizante lo que produjo el mismo resultado. Pero la crisis política se puso de manifiesto en el hecho de que estas dos traiciones fueron seguidas por otras y, en general, por la falta de atención de muchos camaradas, por la incapacidad de resistir a presiones a las que se suponían que, en aquel momento, resistiría cualquier militante si le detenían.

No, era evidente que había un problema de fondo, una crisis en términos de perspectivas, que engendraba cansancio, miedo y otras contradicciones. En cualquier caso los daños estaban ahí, sobre todo a nivel político. Porque, aunque los traidores siempre han existido (y siempre existirán), la dimensión del fenómeno, en este caso, era excesiva. De golpe se desplomó el prestigio de la enorme eficacia e impenetrabilidad de la Organización (por ejemplo, la columna genovesa de las BR no había sufrido hasta entonces más que una detención y su “blindaje” se había hecho legendario). La crisis reveló debilidades y miserias humanas, por la vía perversa de los arrepentidos y de la manipulación mediática, y se hizo patente en el hecho de esas rendiciones instantáneas, en el momento de la detención. Esa inmediatez llamaba profundamente la atención porque en aquel momento no se podía hablar todavía de tortura (algunos golpes en las comisarías no son insoportables); además, en el imaginario social, se estableció al instante la comparación con la Resistencia, con los Partisanos, entre quienes no se había dado este fenómeno, sino todo lo contrario, un notorio heroísmo frente a la tortura sistemática. Todo esto, en definitiva, menoscababa la credibilidad de las OCC, de la lucha armada, de la idea de Revolución.

Y luego tuvo lugar el terrible salto cualitativo decidido por el Estado: la masacre a sangre fría de cuatro camaradas, mientras dormían, en un piso franco de Génova cuya localización reveló el traidor Peci. No fue un tiroteo, un enfrentamiento como ocurre a menudo (con pérdidas de un lado y otro). Fue una masacre confirmada por el bloqueo impuesto alrededor de la casa (que no pudieron visitar los periodistas hasta varios días después y a toda prisa), ¡y por la consigna de que no se abrieran los ataúdes, lo que impidió que nadie viera los cuerpos! Se trató de una masacre deliberada que lanzaba una señal precisa: “¡Desde ahora  os vamos a matar!”

Los camaradas caídos representaban muy bien lo que eran las BR: Anna Maria Ludman, oficinista, Lorenzo Betassa, en la clandestinidad, ex trabajador y ex delegado de la Fiat, Pietro Panciarelli, en la clandestinidad, ex trabajador de la Lancia, Riccardo Dura, en la clandestinidad, ex marino.

Las BR difundieron un panfleto en su honor en muchas ciudades y fábricas. Con carácter más general, el movimiento revolucionario asumió [la defensa de] su memoria en la batalla contra los medios de comunicación que llevaban a gala su trabajo sucio de difamación.

Del lado de las organizaciones, se reaccionó tratando naturalmente de limitar el alcance de la cuestión, refiriéndose a los arrepentidos esencialmente como “cucarachas que hay que aplastar” y tratando de seguir como antes (lo cual era bastante comprensible pues una reflexión y eventuales correcciones autocríticas requieren tiempo y precauciones). La guerra continuó, pero un punto de inflexión importante se produjo en otoño.

La Fiat, capo principal del gran capital italiano, aprovechando la desarticulación simultánea de dos columnas (de las BR y de Prima Linea) en Turín, lanzó una gran contraofensiva al declarar la situación de crisis y un plan de 14.000 despidos (¡lo cual en ese momento era un “escándalo” inimaginable!).

La lucha fue grande –35 días, con una primera fase de manifestaciones internas y ataques contra los jefes de bajo nivel, seguida de una fase de ocupación de las fábricas que, en realidad, demostró ser una forma sutil de los sindicatos de sobrecargar la lucha, de debilitarla (al sacar de hecho de la fábrica a la gran masa de trabajadores y retomar el control con el apoyo del aparato revisionista exterior)- pero, en ese momento, en condiciones defensivas y de debilidad del movimiento obrero a causa, además, de los duros reveses sufridos por las OCC. Como jefes del cotarro, los sindicatos revisionistas y la patronal amarilla se repartieron la labor de zapa: los primeros, mediante esa estrategia de debilitamiento del interior y evitando a toda costa una extensión del conflicto a otros sectores; los segundos, recurriendo a toda la panoplia represivo-colaboracionista, que culminó en el espectáculo, tan nuevo como repugnante, de dos marchas silenciosas contra la huelga en las que participaron todos los capataces y parte de los empleados (organizados directamente por los jefes de personal bajo amenazas y chantaje, como reconocieron ellos mismos varios años después). Efectivamente eran miles, pero la máquina de falsificar de los medios de comunicación proclamó que “40.000” (lo cual era sencillamente imposible por simple comparación con el número de trabajadores de la Fiat). ¡En cualquier caso fue ésa la cifra pasó a la historia! Los sindicatos se hundieron en el derrotismo, intervino el poder judicial para restablecer el orden mediante el envío de pelotones de policías a las puertas de las fábricas y la suerte quedó echada.

Un último gesto de orgullo obrero: los insultos, paraguazos y tomatazos con que se agradeció a los burócratas sindicales en las asambleas de votación el acuerdo de capitulación. La votación fue mayoritariamente contraria al acuerdo pero –poder de la democracia formal burguesa- en estos casos los sindicatos siempre encuentran razones para invalidar esas decisiones y liquidar todo apoyo organizativo a la continuación de la ocupación. Todo ello, en las condiciones de debilidad de la autonomía de la clase, tuvo consecuencias fatales. Aún se produjeron dos manifestaciones muy virulentas esa misma tarde en Turín, en medio de un despliegue policial impresionante, y, por último, un asalto masivo, de unos cientos de personas, a una de las sedes sindicales más simbólicas (la Liga de Metalúrgicos-Mirafiori) para arrasarla e insultar a los colaboracionistas.

Esta derrota marcó el punto de inflexión, un cambio definitivo de las relaciones de fuerza entre clases; hasta las cifras lo ilustran: los años 70 fueron los años de lucha y progresos de la clase, los 80 serán los de la contraofensiva capitalista. La clase obrera de la Fiat había constituido hasta entonces la vanguardia reconocida de las masas, el polo por excelencia, debido a la alta concentración y homogeneidad de la clase en el polo de Turín, que, además, había sido el centro neurálgico en todos los episodios destacados de la lucha revolucionaria en la Italia del siglo XX. 

El enfrentamiento de clase y, específicamente, la confrontación armada, se agudizaron durante los dos años siguientes. Los datos cuantitativos son los siguientes: 1980 fue el año con el mayor número de detenciones, 1.021, mientras que el año anterior habían ascendido a 393. Hubo 433 en 1981 y un nuevo pico coincidiendo con la auténtica derrota táctica del 82: 965.

Se produjeron dos acontecimientos importantes a finales de 1980. La primera escisión de las BR, por parte de la columna milanés, marcó el final de la expansión “lineal” de las BR, revelando importantes contradicciones internas y, en resumidas cuentas, el malestar de fondo que reinaba en las filas ante los graves fenómenos de que hemos hablado. Una suerte de aspecto “mítico” sobre la fuerza y el carácter unitario [de las BR] se vio también afectado. La crisis política que condujo a la escisión se refería naturalmente al debate sobre las perspectivas. La columna Walter Alasia de Milán consideraba la necesidad de reorientarse hacia la intervención a nivel de fábrica, volver a los puntos fuertes, a las fuentes de la autonomía de la clase, preocupada sobre todo por los efectos del desfase evidente que se había producido en relación a la realidad de la clase tras la escalada militarista. En realidad, también la columna Walter Alasia seguía convencida de los “fundamentos”, incluyendo la “conquista de las masas en el terreno de la lucha armada”, sin percibir que el problema se planteaba probablemente ya en tesis tan extremas: la diferencia residía más bien en matices de proyecto y métodos. Por ejemplo, la columna Walter Alasia insistía mucho en que la materialización de unos Organismos de Masas Revolucionarios que formaban parte del programa de las BR desde hacía tiempo –organismos que debían asegurar la dialéctica con la autonomía de clase, la conquista de las masas- se había retrasado. Pero, cuidado, aun debiendo ser expresiones internas en el seno de las masas, se trataba de organizaciones clandestinas sobre la base de la línea de la lucha armada (lo cual, en nuestra modesta opinión, era ya el error de base de esta concepción de la dialéctica con las masas). Así, la columna Walter Alasia, para resaltar las razones de su independencia, lanzó una campaña contra la reestructuración y la contraofensiva patronal (que acababa de manifestarse con toda claridad en la derrota de los trabajadores de la Fiat) y atacó a dos dirigentes de grandes fábricas en las afueras de Milán, donde las BR estaban muy presentes.















La columna Walter Alasia pagó también un alto precio a la represión. Varios de sus militantes fueron asesinados a manos de los grupos especiales de los carabineros. Los camaradas Grazioli y Serafini no tuvieron tiempo de reaccionar y cayeron en la calle bajo las ráfagas de ametralladora. 

El otro gran acontecimiento fue la ofensiva lanzada por las BR, conjuntamente con los Comités de Lucha de Trani, contra las prisiones de máxima seguridad, con el objetivo prioritario de lograr el cierre de la de Asinara.

Esta isla-prisión había sufrido un primer gran golpe con el motín del año anterior, pero el Estado la había rehabilitado parcialmente. El símbolo era demasiado importante para ambos bandos.

La ofensiva de las BR se articuló en torno al secuestro de D'Urso, magistrado de asuntos penitenciarios del Ministerio de Justicia: comenzaba el pulso. Esta vez, las BR llevaron a cabo con éxito una eficaz operación de cobertura mediática al imponer la publicación en un gran semanario nacional de un comunicado y una entrevista sobre la operación en curso. A los diez días se les unieron los amotinados en la prisión de máxima seguridad de Trani, donde un centenar de presos (organizados en el Comité de Lucha del Campo) tomó como rehenes a 20 funcionarios. Tras una campaña mediática para reducir el alcance de la “concesión”, el Estado organizó el cierre definitivo de Asinara. ¡Fue una victoria indiscutible! Las BR cumplieron con su palabra y liberaron al magistrado, que era un planificador de las condiciones carcelarias; entre tanto, los carabineros sometieron a sus anchas a los presos de Trani. Dispararon con ametralladoras por los pasillos para obligarles a refugiarse en las celdas y luego apalearon sistemáticamente a todo el mundo, incluidos (lo grotesco en el drama) algunos de los funcionarios secuestrados. Hubo camaradas heridos de bala. 
Unos días más tarde, la última palabra la tenían de nuevo las BR que ejecutaron como represalia a un general de los carabineros, Galvaligi, responsable también él de las prisiones de máxima seguridad.
Esta operación se puede considerar casi como el apogeo histórico [de las BR], tanto por el modo en que se desarrolló y su victoria, como porque fue la última que llevaron a cabo unas BR unitarias. Al poco tiempo las líneas de fractura se abrieron, precipitando la crisis política general. 

Cronológicamente: 

- Enero de 1980, tres agentes de la Digos, Cestari, Tatulli y Santoro, en tareas de control e información en una zona industrial de Milán, ejecutados por las BR.

- Enero, el director adjunto de la Petroquímica de Marghera-Venecia, Sergio Gori, ejecutado por las BR.

- Enero, el coronel Tuttobene, responsable de contrainsurgencia y otro carabinero, Casu, ejecutados por las BR en Génova.

- Enero, el vigilante de fábrica Carlo Ala resulta muerto por error (se trataba sólo de dispararle a las piernas) por los Núcleos Comunistas Territoriales (de la Autonomía de Turín), en una fábrica siderúrgica, Framtek, de la Fiat. El autor del error era de nuevo un “militarista” que pronto se arrepintió...

- Febrero, el dirigente de la Icmesa de Seveso, Paoletti, ejecutado por Prima Linea en Monza (Milán). Ésta era la famosa fábrica que provocó la grave contaminación por dioxinas.

- Febrero, el vicepresidente del Consejo Superior de la Magistratura, Bachelet, ejecutado en Roma por las BR.

- Marzo, el fiscal de Salerno (Campania), Giacumbi, ejecutado por un núcleo denominado columna Fabrizio Pelli (próxima a las BR). 

- Marzo, el magistrado Minervini, responsable de Asuntos Penitenciarios del Ministerio de Justicia, ejecutado en Roma por las BR.

- Marzo, el magistrado Galli, ejecutado en Milán por Prima Linea.

- Abril, el vigilante privado Pisciuneri, muerto, en intento de desarmarlo, a manos de un núcleo de antiguos miembros de Prima Linea en Turín.

- Mayo, el dirigente de la Digos Albanese, ejecutado por las BR en Mestre-Venecia. 

- Mayo, el dirigente regional de la Democracia Cristiana de Campania, Amato, ejecutado por las BR en Nápoles.

- Mayo, el periodista Tobagi (del Corriere della Sera), ejecutado por un núcleo surgido de la Autonomía, la Brigada 28 de marzo, en Milán.

 - Junio, el carabinero Chionna, muerto en un tiroteo tras una expropiación en Tarento (Apulia), por Prima Linea. 

- Agosto, los carabineros Cortellessa y Cuzzoli, muertos tras una expropiación en Viterbo (Lazio), por Prima Linea.

- Noviembre, el dirigente industrial Briano, de la fábrica Marelli en las afueras de Milán, ejecutado por la columna milanesa que acababa de escindirse –la primera escisión- de las BR. Desde entonces operó con el nombre de “Columna Walter Alasia” (CWA). 

- Noviembre, el dirigente industrial, Mazzanti, de la acería Falck, ejecutado en las afueras de Milán por la CWA. 

- Noviembre, el policía Giuseppe, muerto en un intento de desarmarlo, en Bari (Apulia) por Prima Linea. 

- Diciembre, el vigilante Zappalà, muerto en un intento de desarmarlo, en Pavía (Lombardía) por Prima Linea. 

- Diciembre, el general de los carabineros Galvaligi, ejecutado en represalia por la represión en Trani, por las BR. 

13. 1981: ofensivas y divisiones

Decididamente, este fue el año de cuatro secuestros casi simultáneos, llevados a cabo por las tres secciones
en que acababan de fracturarse las BR; en general fue un año con un gran nivel ofensivo. Mientras, Prima Linea se había escindido también en dos organizaciones separadas, los Comunistas Organizados para la Liberación Proletaria (COLP) y el Núcleo Comunista; ya la primera sigla revelaba en realidad una restricción de cualquier actividad y proyecto a la liberación de los presos (abandonando las veleidades de liberación del proletariado que se habían puesto demasiado difíciles) y a las actividades de autofinanciación y de combate contra los aparatos represivos. Fue casi lo mejor que pudo ocurrir a la luz del rumbo [adoptado], de la pérdida de lucidez y de consistencia estratégica: su última acción enfocada hacia la clase fue la ocupación de la Escuela de Cuadros de la Fiat, donde pusieron contra la pared a cinco profesores y cinco estudiantes, y les dispararon a las piernas. Era el fruto genuino de las concepciones de la “guerra social total” y otras categorías absolutas, cuyos daños fueron similares a los de las aventuras del Partido-Guerrilla.


En cuanto al área de la Autonomía, proseguía en su línea de actividad de perfil bajo, pero al menos arraigada en el territorio. Ataques frecuentemente incendiarios o con explosivos, asaltos, algunos pocos disparos a las piernas. Aquí el límite de la fragmentación existía desde el principio y nunca se sobrepasó. Sobre el área de la Autonomía influyó, además, la línea de la disociación desarrollada por los grupos de los profesores sabelotodo, línea que, después de provocar escisiones a diestro y siniestro, produjo el declive general de la Autonomía (y, a más largo plazo, el ser sobrepasada en su propio terreno por el movimiento “anarco-insurreccionalista” que surgió en los 90). 

El primer secuestro fue el llevado a cabo contra Cirillo, responsable regional de la Democracia Cristiana en Campania, en el marco de una estrategia de desarrollo de la “guerra social” en relación con las luchas locales de los parados y los sin techo (en especial respecto a los damnificados del reciente terremoto que había confinado a miles de familias en barracones y containeres, mientras ese partido de tiburones que era la Democracia Cristiana se disponía a especular del modo más innoble). “Guerra social” porque, precisamente, los organizadores fueron la columna de Nápoles y el Frente de Prisiones que, por este acto decidido autónomamente, formalizaron la nueva ruptura y la formación de las BR-Partido Guerrilla. De hecho, este proceso político iba a coagular toda una serie de rasgos subyacentes de la historia de las BR (y en general de la lucha armada en Italia): le dio su aspecto ecléctico. Es decir, la matriz de donde nació la lucha armada era tributaria de diferentes aportaciones que, en aquel momento, le dieron fuerza y argumentos para romper con el revisionismo. En especial, la Revolución Cultural y la teoría de la Guerra Popular, de China, la experiencia de guerra popular en Vietnam y la guerra de guerrillas en Cuba y América Latina (Tupamaros y Marighela). Había, pues, sólidas raíces marxistas-leninistas, de continuidad con el Movimiento Comunista Internacional. Pero las exigencias de ruptura con el revisionismo, con la vía pacífica y reformista al socialismo, impusieron actitudes más “pronunciadas”. Y luego, en fin, cualquier nueva experiencia tiene derecho a su juventud, a sus errores... Con el tiempo llega el trabajo de pulir [errores], de rectificar, de precisar, etc. Ahora bien, los elementos de eclecticismo retornaban y se convertían en posiciones subjetivistas/extremistas, ya fuera en la trayectoria que había conducido a Prima Linea a un militarismo desesperado, ya en el caso de las BR-Partido Guerrilla, que llegó al mismo resultado partiendo de la radicalización de las tesis marxistas-leninistas y, finalmente, de su desviación completa. 

Veamos algunas de estas tesis. El punto de partida seguía siendo la teoría marxista-leninista sobre la crisis capitalista, de carácter histórico, por la superproducción absoluta del capital. Pero se la transformaba en un acontecimiento catastrófico en el que la tendencia se convertía en una realidad presente. Desde esta óptica, la crisis era total, la única respuesta del sistema era la guerra y, especialmente, [la guerra] contra el proletariado, visto como el principal obstáculo para la reactivación del capital. Por lo tanto, sencillamente, guerra de destrucción contra el proletariado metropolitano e internacional.

Por esa vía terminaron coincidiendo con las tesis de Prima Linea sobre la “crisis de mando”, en virtud de la cual el sistema imponía, y únicamente por la fuerza, una forma socioeconómica obsoleta e inútil.

Se consideraba que la estatización-militarización de las relaciones sociales, de todos los vericuetos sociales, era total; todos los activistas reformistas y sociales eran inmediatamente policías, etc. 
Del lado del proletariado, la crisis de composición de la clase que se había vivido en el ciclo de los años 70 no era grave, al transformarse de golpe en “Proletariado metropolitano” que, aunque más fragmentado y moldeado por las reestructuraciones, era aún más masivo y poderoso potencialmente. Del mismo modo, no había ningún tipo de problema, ya que, como las tendencias se materializaban de inmediato, había un Proletariado metropolitano extremadamente radical que no exigía más que hacer la guerra. Y la “Guerra Social Total”, por supuesto: aquí se observa también una grave deriva hacia las tesis subjetivistas, cuyo eje era la negación del paso político de la Revolución (toma del poder, dictadura, transición y otras “antiguallas ML”), la negación de lo político, sencillamente, y la afirmación del valor subversivo (¡total!) de lo social, del antagonismo, las luchas, los comportamientos y... ¡los deseos! El Proletariado metropolitano, lo social, que no podía expresarse sino por medio de las armas, la guerra de clases, cuyo objeto y programa era nada menos que la Transición al Comunismo. El poder que se construía al mismo tiempo que abolía el poder, la legalidad revolucionaria que abolía la legalidad y, como colmo de la ilógica idealista, el Ejército Revolucionario como órgano supremo de recomposición de la clase, de todas las prácticas antagónicas y de destrucción de cualquier poder futuro... En definitiva, que cuando se vuela como Píndaro se puede llegar revoloteando muy lejos y, como cualquier buen anarquista, evitándose dar respuestas sometidas a un desarrollo materialista y dialéctico de las transiciones políticas y sociales.

Resulta llamativa esta aceleración en pos de la realización de las tendencias y de los procesos de transición. Impaciencia sobre la que influyó, probable y más prosaicamente, la urgencia de las contradicciones más apremiantes. Por ejemplo la del creciente número de encarcelamientos de militantes, la de la imposibilidad manifiesta de encontrar soluciones realistas a esta cuestión al tiempo todo un sector [de militantes presos] exigía que se encontraran y rápido. Quizá no fuera una coincidencia que los miembros históricos encarcelados, que tuvieron un papel esencial en esta deriva de las BR-Partido Guerrilla, después de la derrota militar, se deslizaran rápidamente hacia la disociación (en medio de un conjunto de recriminaciones y acusaciones venenosas que contaminaron el clima en las prisiones).

Lo que estaba pasando en las prisiones tuvo, por otro lado, un peso importante a partir de un determinado momento e influyó muy especialmente en este secuestro. Entre las piruetas extremistas del Partido Guerrilla también hubo análisis anarquizantes sobre las cárceles y los presos: “¡Todos iguales y con el objetivo inmediato de destruir las prisiones!” Ahora bien, precisamente el conocimiento acumulado en las luchas había confirmado sobradamente las distinciones hechas por el análisis marxista, es decir, que se debía desconfiar del subproletariado. Haciendo recapitulación de este ciclo, se podía ver perfectamente que los presos salidos de las barriadas obreras, metropolitanas, ligados por tantos vínculos a la cultura obrera y de la revuelta, eran una cosa; otra era el “ambiente” [del hampa] clásico, caracterizado por actividades infames (como el proxenetismo y la colaboración bajo cuerda con la policía); y otra, por último, las organizaciones mafiosas, marcadas por una ideología burguesa, con tintes feudales (la visión señorial, los “auténticos hombres”, con derecho a la riqueza y a explotar al prójimo, la opresión de la mujer, considerada como una sirvienta, etc.). Las luchas habían confirmado estas distinciones precisas de clase, con desbordamientos entre los soldados rasos de las mafias (dado que para ellos cualquier ideología mafiosa seguía siendo más bien una abstracción y no tanto una realidad de la vida), cuyo origen se encontraba entre los ladrones jóvenes de los suburbios obreros.

Pues nada de esto importó lo más mínimo al Partido Guerrilla, que se embarcó en una aventura con una rama de la Camorra napolitana: un ejemplo más de los resultados de sus audacias teórico-prácticas. Teóricas, en tanto que elaboraciones que suprimían todas las diferencias y la complejidad de la clase en una única categoría que legitimaba cualquier actitud social de “transgresión”: el Proletariado metropolitano (no criticamos aquí la categoría que, por el contrario, es más bien justa y útil, sino su versión Partido Guerrilla). Prácticas, puesto que el Partido Guerrilla llegó al punto de valorizar las actividades ilegales y extralegales tal cual, como forma de lucha del Proletariado metropolitano, incluso en expansión, una especie de terreno sustitutivo del de la producción (que se reducía y estaba sometido a la presión de las reestructuraciones). De este modo, hubo un intercambio de favores en este ámbito y en el de la lucha contra los aparatos represivos. Más aún, se produjo el acercamiento interno en la cárcel por contraste frente al “arrepentimiento”: allí desafortunadamente entraron en juego las dinámicas carcelarias, el peso de la vida en cautividad, con sus patologías, como podrían calificarse, y especialmente la espiral paranoica de la sospecha.

El Partido Guerrilla quería quebrar el fenómeno del arrepentimiento mediante ejecuciones ejemplares y, en paralelo, fortaleciendo la disciplina de las filas, desenmascarando cualquier actitud ambigua, potencialmente traidora, etc. En este punto había acuerdo con la rama de la Camorra por entonces más poderosa, la NCO, que mezclaba un cierto populismo (demagógico, por supuesto) y la simpatía por estos revolucionarios, a menudo napolitanos, que tenían tanto arrojo y valentía en el enfrentamiento con la policía y el Estado. Se llegó al acuerdo en un ámbito en que la Camorra ha sido desde siempre muy experta: hacer que sus jóvenes pasaran el tiempo en la cárcel en un estado de observación recíproca y constante de las actitudes, los comportamientos, etc., al acecho en todo momento de razones o pretextos para el ajuste de cuentas, para “montar tragedias” (como se dice en la jerga carcelaria) [“monter des tragédies”, en el texto en francés].

Suprema paradoja: sus derivas “libertarias” llevaron al  Partido Guerrilla a emprender una campaña de vigilancia policiaca de la vida en prisión. La vida en algunas secciones se convirtió en un infierno y produjo no pocos dramas e implosiones: en 1983, el Partido Guerrilla se hundió políticamente y una buena parte de los camaradas, quebrantados por estas derivas, siguió el camino de la disociación...

Obviamente, desde esta operación de secuestro del responsable de la Democracia Cristiana Cirillo, los contactos con la NCO resultaron importantes, en especial para su desenlace mediante el pago de un rescate elevado, que incluyó una parte para la Camorra, por sus buenos oficios... La experiencia del Partido Guerrilla, iniciada sobre bases correctas en términos de contenido político, en dialéctica con las luchas de las gentes sin hogar y los desempleados (se plantearon exigencias en ese sentido), se perdió por los vericuetos de estas aventuras políticas. Al final quedó la impresión de una simple operación de rescate hecha en complicidad con la Camorra.

En el mes de mayo empezó el secuestro de Taliercio, director de la Petroquímica de Venecia-Marghera. Como ya dijimos, era éste uno de los polos de la clase en Italia, tanto por sus dimensiones y concentración (con plantas siderúrgicas que empleaban a unos 40.000 asalariados), como por las características de esas fábricas, fábricas de muerte, muy tóxicas, que habían dado pie a intensas experiencias obreras de crítica anticapitalista que, a su vez, se habían extendido a todas las zonas ampliamente afectadas por la contaminación. De esta manera, el nivel de autonomía de la clase siempre había sido elevado allí: tanto la Autonomía Organizada como las BR tenían sólidos vínculos [en esta zona]. Esta operación se insertaba en el combate generalizado contra la oleada de reestructuraciones y la contraofensiva patronal. No hubo, en todo caso, una reivindicación particular: las BR-Partido Comunista Combatiente no constituían una forma de “sindicalismo armado” y Taliercio fue ejecutado.

También debe recordarse que durante todas estas operaciones, llevadas a cabo independientemente por tres organizaciones, las BR que se mantuvieron en las posiciones oficiales decidieron llamarse desde entonces, al objeto de definirse mejor respecto a las posiciones emergentes, BR por la construcción del PCC (Partido Comunista Combatiente), es decir, BR-PCC. Veremos cómo fue esta organización la que resultó ser más sólida desde todos los puntos de vista, la única que sobrevivió a la terrible experiencia de los años venideros, la única que existe hasta hoy.

En junio, la Columna Walter Alasia secuestró a un dirigente de Alfa Romeo en Milán, Sandrucci.
En plena lucha contra un plan de despidos masivos, esta operación se realizó en apoyo explícito de la movilización obrera con un objetivo inmediato: la retirada del plan de despidos. Tras un mes de arresto, se consiguió dicho objetivo y la Columna Walter Alasia puso a continuación en libertad al rehén. Se observaba en esta actuación una diferencia fundamental entre las dos ramas de las BR: unos desconfiaban de las derivas “sindicalistas-economicistas”, otros concentraban el eje de sus actuaciones entorno a una dialéctica que se aferraba a la clase obrera. En realidad debe decirse que se trataba de matices que con el tiempo se desvanecieron, al no ser los primeros unos “fanáticos” del centralismo político ni los segundos del economicismo. Por eso la Columna Walter Alasia se salvó del desastre que se avecinaba, pero más por su firmeza política dentro de las prisiones que como organización o, al menos, como proyecto (muchos de sus militantes están todavía hoy activos, a nivel público, en el movimiento). 

En este punto cabe señalar también que esta operación se produjo en medio de una actividad muy intensa de la Columna Walter Alasia. Incluso se puede decir que en el año 1981 fue la organización más eficaz.

Buque insignia obrero de las BR –con un porcentaje de militantes de fábrica que sobrepasaba la mitad de los activistas, unos cien y concentrados en la zona metropolitana de Milán-, la Columna Walter Alasia aprovechaba en realidad toda la riqueza de la trayectoria histórica de las BR, que habían nacido allí. Su implantación en las grandes fábricas les llevaba a creer en demasía que la solución al estancamiento que comenzaba a perfilarse podía resolverse todavía “volviendo a las fuentes”, relanzando la dialéctica fundamental Partido/masas. Su batalla por el desarrollo de las Organizaciones de Masas Revolucionarias (OMR), vistas como el eslabón de unión esencial y el paso [necesario] para impulsar el proceso revolucionario, era seguramente correcta. Pero, como el resto, la Columna Walter Alasia se equivocó gravemente al pensar que esta unión, esta conquista de las masas se produciría directamente en el terreno de la lucha armada. De este modo, la Columna Walter Alasia efectuó intervenciones sistemáticas e incluso espectaculares. Golpeó a los jefes y dirigentes de las fábricas y de los hospitales más importantes, todos ellos atravesados por luchas y estructuras de organización autónomas, en algunos casos abiertamente como OMR (éste fue el caso de Alfa Romeo, Falck, Breda y otros). Llegó incluso a disparar a las piernas a un jefe en el interior de la fábrica gracias a un núcleo de “currelas” encapuchados, en la Alfa Romeo y en pleno horario de trabajo.

Otro “detalle” que supuso un escándalo fue que el dirigente Sandrucci, tras su liberación, se mostró reticente a colaborar con los carabineros y los jueces, arriesgándose a ser procesados por falso testimonio en el juicio. Y ello porque llegó a decir que mientras estuvo secuestrado sus captores discutían con él y le daban textos, marxistas, para leer; comenzó a reflexionar entonces sobre el “trabajo sucio” que llevaba a cabo... Esto también aumentó el prestigio de la Columna Walter Alasia.

Su gran actividad estuvo, por otra parte, acompañada de una abundante producción de textos y folletos (de los que todavía se encuentran algunos); además, en general 1981 conoció una vasta producción de todas las organizaciones, incluidos los comités de presos. 

Renzo Sandrucci, directivo de la Fiat secuestrado



Finalmente, en julio se produjo el secuestro de Roberto Peci, hermano del gran arrepentido y colaborador él también de la policía. Lo llevó a cabo el Frente de Prisiones de las BR, estructura aún formalmente centralizada, pero que ya era en realidad una de las dos estructuras que pronto iban a constituir oficialmente el Partido Guerrilla. El arresto duró aproximadamente un mes, con los interrogatorios y la confirmación de su doble juego y de su papel como incitador a la traición de su hermano. El desenlace [del secuestro] es fácil de imaginar.

Mientras las BR daban estas muestras de fuerza, aunque ya atravesadas por líneas de fractura irreversibles, las otras OCC estaban por entonces al cabo de sus recursos políticos.

Ya no efectuaban más que acciones de supervivencia en relación con los presos y los camaradas en la clandestinidad. La única acción de envergadura fue la ejecución de un esbirro torturador, Rucci, de la prisión de Milán. Pero incluso esta acción no se salía en modo alguno del “circuito cerrado” y marginal del enfrentamiento con la prisión y la represión. Fue un final verdaderamente poco glorioso, sobre todo para una organización como Prima Linea, que disponía, en cualquier caso, de una base de patrimonio teórico-político importante y que había mostrado ambiciones “innovadoras” y de vanguardia de nuevo tipo, interesantes pero empañadas por los muchos excesos y presunciones.
En este caso, se puede decir realmente que la prueba de los hechos fue decisiva. Su desbandada a las primeras dificultades serias, su capitulación y su paso al campo de la disociación, hasta su desembarco en las filas del actual “movimentismo” pacifista, reformista e institucional, nos lleva a pensar que el terreno de la innovación revolucionaria debe manejarse con prudencia, coherencia y modestia. Y ello dicho con el mayor respeto (crítico siempre y, por supuesto, sin exaltaciones idealistas o religiosas) por las experiencias históricas que fueron el fruto del impulso, la lucha y el trabajo de las grandes masas proletarias. Sobre el desprecio, sobre la altanería intelectualista no se puede construir nada bueno. 

En diciembre fue el punto de inflexión. La fractura de las BR se formalizó (después de que se dieran por liquidadas las últimas tentativas de recomposición) mediante la publicación de una Resolución y Tesis de las BR-Partido Guerrilla –que oficializaba así también su nombre- y por la decisión del Comité Ejecutivo-BR (instancia suprema de centralización) de adoptar también un nuevo nombre, para aclarar las cosas, a saber: BR-Partido Comunista Combatiente.

Punto de inflexión, también, porque se puso en marcha la operación Dozier, que constituyó el comienzo de la derrota de 1982. Dozier era un general de los EEUU con un largo currículum vitae al servicio del imperialismo. Había servido en Vietnam y las BR-Partido Comunista Combatiente decidieron secuestrarlo por sus altas responsabilidades en el Comando OTAN-Europa del Sur. La operación se desarrollaba bastante bien: se publicaron declaraciones del general donde reconstruía en detalle acontecimientos históricos y crímenes del imperialismo estadounidense, pero también se sentía que el clima de enfrentamiento iba a dar un salto.

Antes de pasar a verlo, resumamos el año 1981 cronológicamente: 

- Febrero, ejecución de Marangoni, director sanitario  de los grandes hospitales de Milán, por las BR-CWA.

- Abril, ejecución de Cinotti, torturador penitenciario, por las BR en Roma.

- Abril, ejecutados Canciello y Carbone, escoltas del responsable de la Democracia Cristina Cirillo, secuestrado por la columna de Nápoles de las BR.

- Mayo, el vigilante Rinaldo, ejecutado durante una expropiación por Prima Linea en Vercelli (Piamonte).

- Junio, Frasca, vigilante de una fábrica de Alfa Romeo, ejecutado por Prima Linea en las afueras de Milán.

- Junio, el ciudadano Zidda muerto por error durante una acción de Barbagia Roja contra un carabinero en la provincia de Nuoro (la organización reconoció públicamente el error).

- Junio, el vicecuestor de la policía Vinci, responsable de contrainsurgencia, ejecutado por las BR en Roma.

- Julio, ejecución de Taliercio, director de la petroquímica de Marghera, por las BR en Venecia.

- Julio, el brigada de policía Carluccio, muerto al desactivar una bomba colocada por las Brigadas Obreras por el Comunismo (estructura de la Autonomía).

- Julio, el carabinero Lanzafame, ejecutado en un ataque contra una patrulla llevado a cabo por Barbagia Roja, en su campaña contra la militarización, en Cagliari .

- Agosto, Roberto Peci, colaborador de la policía, secuestrado en Roma y ejecutado por las BR-Partido Guerrilla.

- Septiembre, el torturador penitenciario Rucci, ejecutado por Prima Linea en Milán.

- Noviembre, el policía Viscardi, ejecutado por militantes de Prima Linea durante un tiroteo para evitar una detención.

Continuará...

Un falangista llamado Griñán, hoy dirigente del PSOE


Tal día como hoy en 1967, el actual presidente del PSOE José Antonio Griñán, homenajeaba al estudiante falangista Matías Montero en Madrid, acompañando a sus tíos, Rafael y Juan Martínez Emperador, ambos destacados dirigentes del franquismo a unos metros de su casa y de su actual despacho en la sede socialista de la calle Ferraz.
Para la ocasión Griñán vestía ataviado con una camisa azul bajo una zamarra gris, organizado por el falangista Sindicato Español Universitario (SEU). Tras rendirle homenaje como uno más, respondiendo a los lemas nacionalsindicalistas de rigor, con unos sonoros ¡Presente! y tras el himno del Cara al Sol se trasladaron juntos a la capilla del Colegio Mayor José Antonio, en la Ciudad Universitaria para escuchar una misa en honor al heroico estudiante falangista, en el entonces 33 aniversario de su ejecución.
Ese joven es hoy el presidente del PSOE, con despacho en la hoy sede socialista que tiene a unos escasos metros de donde sucedió ese homenaje. Tras el acto, acudió a la amplia casa que los Martínez Emperador tenían en la calle Alberto Aguilera, para tomar un refrigerio, como era tradicional en la familia. Después se marchó sólo a su casa, también situada muy cerca, en la glorieta de San Bernardo”. Así lo cuenta el libro, “El pasado azul oculto de muchos españoles”, y que lleva preparando desde hace más de diez años el historiador sevillano Luis Brotons, y basado en conversaciones con destacados falangistas. El libro verá la luz el próximo mes de junio, y por sus páginas discurren destacados dirigentes actuales, no sólo del PSOE sino de otras formaciones políticas, como el Partido Popular, Izquierda Unida o UPyD.
Según cuenta el autor del libro, la escena le fue narrada con todo lujo de detalles por el Jefe Provincial de Falange Española de las J.O.N.S. Antonio Ruiz Valera, en varias conversaciones que mantuvo con el líder falangista en la casa de este en el madrileño Paseo de Reina Cristina, quien le aportó una fotografía de un joven José Antonio Griñán conversando con otros jóvenes en el Centro Social Manuel Mateo situado casualmente también en la calle Ferraz.
El veterano sindicalista Ceferino Maestú, falangista y fundador de Comisiones Obreras, también recuerda al joven José Antonio Griñán por aquellos locales, según testimonio recoge el libro de Luis Brotons, junto al de varios falangistas más compartieron aquellas vivencias con Griñán. Un joven José Antonio Griñán, que se identifica en el libro como “siempre pegado a las faldas de su tío Rafael Martínez Emperador”, entonces Magistrado de Trabajo, y ejecutado por ETA en febrero de 1997. El propio Griñán reconocería años más tarde, que Rafael Martínez Emperador, no sólo era su tío, sino que incluso era uno de sus mejores ayudas mientras fue Ministro de Trabajo, e incluso le ayudó mucho en la elaboración de la Reforma Laboral.
La presencia del hoy presidente del PSOE, José Antonio Griñán en aquellos ambientes, no era sospechosa de producirse por infiltración, puesto que su padre, Octaviano Griñán Gutiérrez era un conocido oficial del cuarto militar de Franco, Regimiento de la Guardia de Franco, destinado en El Pardo, y toda su familia era una destacada familia adicta al Régimen. Los falangistas que le recuerdan y que desfilan esos recuerdos por el libro de Brotons, apuntan que era un joven listo y aplicado que estaba estudiando entonces las oposiciones para inspector de trabajo, oposiciones que aprobaría finalmente en 1969. Tampoco era difícil verle con su otro tío Juan Martínez Emperador por esos círculos. Juan fue uno de los fundadores de Alianza Popular junto a Manuel Fraga, partido en el que recaló tras colgar la casaca blanca del Movimiento Nacional, como otros muchos de la época, y partido que abandonó por discrepancias sobre la inclusión de la autonomías en la Constitución, contra la que votó.
El pedigrí socialista de Griñán, nuevo presidente del PSOE
José Antonio Griñán, emperador de los EREs falsos de Andalucía, y recién nombrado Presidente del PSOE, es un ejemplo perfecto de pedigrí socialista. Tal como desveló en su momento el periodista Pedro de Tena, es hijo de Octaviano Griñán Gutiérrez y de María Teresa Martínez Emperador. El enlace matrimonial de éstos fue referenciado en el ABC en 1944 porque don Octaviano era oficial de la Casa de su excelencia el Jefe de Estado y Caudillo de España. El acta del matrimonio fue firmada, entre otros, por el General Carlos Asensio Cabanillas, el cual era Ministro del Ejército, y había sido superior de Griñán cuando fue Jefe de la Casa Militar de Franco, o por Antonio Goicoechea, el diputado de Renovación Española que hizo en 1936 el discurso ante el cadaver de Calvo Sotelo (asesinado por un escolta del socialista Indalecio Prieto), y que se convirtió en un emotivo epitafio premonitorio: No te ofrecemos que rogaremos a Dios por ti; te pedimos que ruegues tú por nosotros. Ante esa bandera colocada como una cruz sobre tu pecho, ante Dios que nos oye y nos ve, empeñamos solemne juramento de consagrar nuestra vida a una triple labor: imitar tu ejemplo, vengar tu muerte y salvar a España, que todo es uno y lo mismo; porque salvar a España será vengar tu muerte, e imitar tu ejemplo será el camino más seguro para salvar a España. Además, el actual presidente de Andalucía es sobrino de José Martínez Emperador, el carismático Presidente de la Diputación Provincial de Madrid en los años setenta. Martínez Emperador aparece en esta foto de 1971, vestido de falangista, en el momento de la constitución del Consejo Provincial de Falange Española Tradicionalista de Madrid y flanqueado por los bustos de Franco y de Primo de Rivera. El pedigrí socialista de Griñán, Presidente del PSOE, salta a la vista.
LA GACETA: El padre de Griñán era escolta de Franco
El presidente de la Junta de Andalucía, el socialista José Antonio Griñán, acostumbra a abstraerse de la vinculación de su familia con el régimen franquista, tanto por el lado paterno como por el materno, propugnando para ello el revisionismo histórico de José Luis Rodríguez Zapatero. El último caso ha sido la aprobación, con su visto bueno en el consejo de gobierno de anteayer, de una ayuda de 1.800 euros a las mujeres andaluzas que digan haber sido “vejadas” por el franquismo. Una etapa de la historia de España en la que el padre del jefe del Ejecutivo andaluz, Octaviano Griñán Gutiérrez, desarrolló su carrera militar dentro del entonces denominado Regimiento de la Guardia de Su Excelencia el Jefe del Estado, acuartelado en El Pardo (Madrid).
En la escolta de Francisco Franco –hoy Guardia Real– el progenitor del ex ministro socialista sirvió durante muchos años al régimen y llegó a ocupar el cargo de comandante de Infantería. De hecho, así consta en la documentación de expedientes personales del Archivo General Militar del Ejército de Tierra, que se encuentra en el Alcázar de Segovia y al que ha tenido acceso LA GACETA.
Fuentes militares consultadas por este periódico confirmaron que en aquella época el ingreso en el Regimiento de la Guardia podía ser voluntario, siendo requisitos imprescindibles tener entre 19 y 30 años y haber cumplido el servicio militar obligatorio.
Los lazos con el régimen de Franco que hay en el árbol genealógico de quien ahora abandera una ayuda para la que bastarán testimonios de terceros o simples declaraciones juradas, no quedan ahí. A José Antonio Griñán le habrán hablado en alguna ocasión de uno de los protagonistas de la conocida como fuga de Transmisiones, que tuvo lugar el 21 de julio de 1936. Su tío abuelo, el comandante de Ingenieros del Regimiento de Transmisiones, Rafael Martínez Maldonado, hermano de su abuelo materno, José Francisco Martínez Maldonado, sobrevivió a aquel insólito episodio de la Guerra Civil española. Dicho regimiento abandonó el acuartelamiento de El Pardo ante el asedio de los republicanos y consiguió unirse a las tropas de Franco en las proximidades de La Granja, en Segovia.
También en la familia de su madre, el presidente andaluz tendrá conocimiento de los avatares de su tío, José Martínez Emperador. Éste se decantó por la política y desempeñó importantes cargos durante la dictadura. Martínez Emperador, abogado de profesión, fue consejero nacional del Movimiento por Madrid y procurador en Cortes. Nombrado delegado nacional de Acción Docente del Movimiento en el tardofranquismo, también ejerció como vicesecretario general del Banco de Crédito Agrícola y jefe del servicio de Operaciones, además de ser consejero de la mutualidad de funcionarios del Ministerio de Agricultura.
Galardones: Al igual que el padre de la actual vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, condecorado en la dictadura con la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo y con la Gran Cruz del Mérito Civil, José Martínez Emperador fue distinguido por Franco con la Gran Cruz al Mérito Militar, distintivo blanco, el 18 de julio de 1972, coincidiendo con la entonces festividad del Día del Alzamiento Nacional. Ya en el proceso constituyente, Martínez Emperador engrosó la lista de 39 candidatos de Alianza Popular al Congreso de los Diputados con pasado en las Cortes franquistas. El tío del ahora jefe del Gobierno andaluz fue uno de los cinco parlamentarios de AP que votaron en contra de la Constitución.

[22.05.2014] Solidaridad con los antifascistas ucranianos


Sin novedad en Odessa

Por Félix González




Los 46 abrasados en el edificio de Odessa a manos de los fascistas no supone ningún salto cualitativo, ni abre nuevas perspectivas en los acontecimientos, salvo para esa izquierda imbécil y cobarde que aún sueña con revoluciones de colores, a rayas o con indumentaria árabe, según la moda y la época del año. Nada hay nuevo en la matanza sobre todo de mujeres y adolescentes, siempre los mas vulnerables en esas situaciones, mediante el fuego. Ucrania conoció bien estas actuaciones durante la última Guerra Mundial, durante la cual poblaciones y villorrios enteros, visitados por los nacionalistas ucranianos, enrolados o no en las fuerzas invasoras nazis, fueron pasados a cuchillo y luego incendiados. Su culpa era ser polacos, o judíos, o rusos. Daba igual. Ancianos, mujeres y niños eran colgados con alambre de espino de los árboles. 

Hoy gobiernan en Ucrania sus sucesores, mediante el golpe financiado por los EEUU y la participación de otros países europeos (como Polonia) que ha entrenado a los grupos armados. 

¿Ignora la progresista, ignorante y miserable izquierda española quien fue Stepan Bandera? ¿O es que eso no lo quieren saber? Izquierda engangrenada que, puesta a olvidar, olvida hasta como sus abuelos pedían desesperadamente al mundo ayuda, socorro contra el genocida Ejército español rebelde, recibiendo como respuesta el desprecio y la indiferencia de los denominados países democráticos, que ya colaboraban discreta y eficazmente para la victoria de las fuerzas llamadas nacionales. A esa angustiosa llamada de socorro solamente respondieron algunos miles de hombres y también mujeres, que sintieron el deber de la solidaridad con sus hermanos, y acudieron a nuestro país. Esos miles de hombres y mujeres, y otros que no pudieron acudir a combatir, pero que ayudaron y colaboraron con una pasión que sólo la hermandad de clase puede producir, son los únicos que merecen nuestro recuerdo, junto con los gobiernos de México y la Unión Soviética. 

Nada nuevo en Odessa, por tanto. Es lo de siempre. Es el poder del capital, el fascismo en acción, alimentado por esa potencia terrorista denominada EE.UU. y por los intereses ambiguos de la Unión Europea, ambos creadores del monstruo nazi. Ellos han incubado el huevo de la serpiente. Odessa es lo que la putrefacta progresía española quiere ignorar, porque es el espejo ante el que ven su cualidad miserable, su vileza. Hasta puede ser que adivinen el destino que les espera, cuando, andando el tiempo y los acontecimientos, el proletariado español se apropie del poder, y vuelva después de tantos años a tomar el destino del pueblo en sus manos. No es extraño que tengan miedo a la auténtica revolución social. Por eso, hacen como si el asesinato premeditado de 46 antifascistas no fuera con ellos, y prefieren ignorarlo, porque ser conscientes les obligaría a reflexionar y actuar…contra sus propios intereses. 

Pero la matanza de Odessa si que ha tenido repercusiones en España, y muchas. ¿Acaso se han producido protestas, denuncias, pésames, solidaridades? ¿Se han expresado deseos de justicia o de venganza? Por desgracia, muy escasamente. La auténtica repercusión está en el tratamiento, en la forma con que los diversos medios han alimentado el conocimiento colectivo de un grave crimen. Esa es la novedad. 

Porque ni siquiera durante los gobiernos franquistas se dio tal uniformidad y censura en la transmisión de información. Siempre quedaba esa forma de decir las cosas, esa sugerencia, esa metáfora que para el lector avezado indicaba que la realidad era mas grave o radicalmente diferente de lo narrado en el papel. La similitud en la descripción del asesinato de 46 personas en los principales medios de comunicación sin excepciones es un triunfo de coordinación, que demuestra la cohesión que la clase dirigente española ha impuesto en esos citados medios, y el alto nivel de organización de nuestros enemigos en la guerra social que se lleva a cabo en el Estado español. La descripción de la incineración de 46 personas cerradas en un edificio (rematando a palos a los que salían) como el “resultado de choques” y de “enfrentamientos” con los “rebeldes prorrusos” abre nuevas vías al surrealismo informativo, e incluso a la reescritura de acontecimientos históricos. Sin ir mas lejos, un par de ejemplos. Como ustedes saben, el resultado de los choques entre las fuerzas gubernamentales alemanas y los rebeldes judíos (y comunistas, y socialistas, y disidentes en general) se saldaron con 8 millones de muertos. Y también, acercando el foco informativo a España, ustedes también sabrán que el resultado de los choques entre las cabezas de los guardias civiles y las balas procedentes de algunos nacionalistas vascos produjeron en años pasados una abundante cifra de bajas. En esos choques, por lo general, suelen llevar la peor parte las cabezas de los guardias civiles. Y así. Dejo a la imaginación de los lectores la reescritura de otros conocidos acontecimientos y sucesos: la llegada de Colón al Nuevo Continente, la violación, los malos tratos, la invención de la aviación, los accidentes mortales de tráfico... 

La prensa y las televisiones españolas han hecho y están haciendo con motivo de los sucesos en Ucrania un ejercicio gigantesco de falsificación informativa e histórica. Cierto es que a ello están acostumbrados, porque es su labor cotidiana y su deber mercenario. Pero, al contrario que el suceso en sí (que, repetimos, es el nazismo en acción), la información sobre la masacre odesita si que supone un salto cualitativo en los medios informativos de la burguesía española. Han declarado abiertamente su apoyo al gobierno golpista de Kiev, pero también, despojándose de inútiles melindres, su satisfacción con los métodos terroristas. Y no les guardamos rencor por ello, sino que expresamos nuestra satisfacción, (aún venciendo nuestra vergüenza, asco y odio, como dice un compañero), porque han tomado partido por la barbarie y el terror. Y siempre es de agradecer que las cosas estén claras. Y vuelvo a poner un ejemplo, sin ánimo de señalar. Cuando el día de mañana, un tal Mañueco, corresponsal de ABC en Kiev, niegue su colaboracionismo con la canalla nazi, alegando su profundo amor a la libertad y su democratitis de toda la vida, el fiscal (popular, por supuesto) verá facilitada su labor mostrando al jurado (si, también popular) los accesos de alegría desatada con la que el citado corresponsal informaba de los avances de los mercenarios de la Plaza Maidan y el triunfo del gobierno golpista ultranacionalista implantado por la CIA. El fiscal mostrará la cobertura y la manipulación de la información, la propaganda que tanto ABC, como EL PAIS, como LA VANGUARDIA; como EL MUNDO, tutti uniti, expandían, a la manera que Goebbels aprendió de los publicistas norteamericanos y que Hitler aplicó con tanto éxito que la propia prensa norteamericana los puso en funcionamiento tras la II Guerra Mundial. Esos futuros fiscales populares no tendrán dificultades en demostrar como los periodistas del régimen español se alinearon de forma militante en las escuadras del nazismo resucitado que aparece en Europa. Como los curas genocidas en la Croacia de los años 40, lo han dejado por escrito. Ellos sabrán lo que hacen. 

Y trabajar es nuestra labor. Poco podemos hacer por los muertos de Odessa. Las derrotas de las clases populares se cuentan por miles, y los muertos por millones. Nada podemos hacer, ni siquiera lamentarnos. Nuestros hermanos encerrados en el edificio incendiado de los Sindicatos de Odessa han pasado a formar parte de las masas anónimas que tuvieron la grandeza de luchar por lo que creian. Poco mas podemos hacer que inclinarnos levemente en señal de respeto y recuerdo; y, después, reflexionar, pensar, planificar, conspirar, organizar, actuar, prever, planear el aplastamiento de nuestros enemigos de clase y el triunfo definitivo sobre el terror del capital. Aplastar, otra vez y para siempre, el huevo de la serpiente.

Historia de la lucha revolucionaria en Italia (1960-2008) - 5ª Parte

11. 1979: entre las potencialidades y la deriva militarista

En el mes de enero se produjo la ejecución de Guido Rossa, delegado obrero de una acería de Génova, pero también activista revisionista y espía. Fue él quien delató a un camarada de la fábrica, Francesco Berardi, que más tarde se suicidó en la cárcel. Para que fuera completa, la acción debía haber consistido en dispararle a las piernas pero la reacción del espía condujo a su muerte. En caso así se podía calibrar cómo los errores de evaluación política (sobre la fase, las relaciones de fuerza y la madurez de las transiciones [entre fases]) podían tener trascendentales consecuencias. El partido revisionista concentró todas sus fuerzas en la movilización reaccionaria; encantado, el Estado pudo decir por fin que “esos supuestos revolucionarios” disparaban contra todo el mundo, incluidos los trabajadores; “policías y trabajadores unidos contra el terrorismo”, etc. Sólo dos meses antes, en algunas fábricas de la Fiat, se había hecho un llamamiento a boicotear un paro por los carabineros muertos junto a la prisión de Turín; llamamiento por medio de un dazibao: “No se hace huelga por los carabineros”, firmado por los Colectivos Obreros locales y pegado en el interior de las naves. ¡El paro fue un fracaso general! En el caso de Guido Rossa, por el contrario, hubo que hacer frente al embate de toda la maquinaria y de la base revisionistas que, con actitudes amenazadoras, impusieron el paro a todo el mundo hasta la paralización de las líneas [de montaje].

Barbara Azzaroni, asesinada por la policia italiana


Comenzaban a producirse muestras de rechazo internas en el movimiento revolucionario. Eran muchos los que tenían dudas sobre esta escalada –golpear siempre más y más intensamente. Esta tendencia militarista comenzaba a entreverse –en ese momento tan sólo suscitaba dudas debido al gran prestigio de las BR-, precisamente en el plano de la implantación política, global, de la dialéctica practicada con la realidad de la clase.

Otro episodio destacado fue la represalia de Prima Linea tras el asesinato de dos de sus militantes, Barbara Azzaroni y Matteo Caggegi. La policía los sorprendió mientras esperaban en un bar de Turín en el curso de un operativo. Apostados en gran número (gracias a la denuncia de un tendero), los policías descargaron sobre los camaradas una lluvia de plomo sin que tuvieran tiempo para reaccionar.

Fue una gran conmoción: ella estaba en la vanguardia de las luchas sociales en Bolonia; él era un joven trabajador de la Fiat, también muy conocido. Con ocasión del funeral se produjeron grandes movilizaciones, muy tensas.

Para muchos camaradas esta conmoción tuvo un efecto de impulso hacia el enfrentamiento, hacia la radicalización. Si tal situación era comprensible a nivel personal, no podía, sin embargo, convertirse en una línea política para una organización. La dirección de Prima Linea en Turín ejecutó una emboscada, en un bar, causando la muerte de un joven que pasaba por allí e hiriendo a un camarada (¡por fuego amigo!) mientras los policías consiguieron huir. A continuación ejecutaron al dueño del bar donde habían caído Bárbara y Matteo, convencidos, erróneamente, de que era el chivato. Finalmente, una catástrofe que desencadenó de inmediato la primera grave crisis interna, ya que dichos acontecimientos pusieron en evidencia los límites típicos de las organizaciones no centralizadas: en la práctica, la llamada “democracia federativa” condujo a menudo al desorden en la toma de decisiones, a las decisiones erráticas de cada entidad local. No es del todo justo imputar el concepto de “democracia federativa” a Prima Linea, pero ésa era la esencia de la situación, a caballo entre la herencia comunista, los obreristas y las tentaciones anarquizantes. De este modo, dos dirigentes nacionales dimitieron en desacuerdo con esa deriva, tanto por el método de toma de decisiones como por el fondo de las operaciones. Uno de los dos dirigió la primera escisión; sin embargo, sobre todo, se asistió posteriormente al estancamiento de Prima Linea en términos de disminución de la capacidad de su proyecto, programa y en una actividad de puro enfrentamiento con los aparatos del Estado con acciones a menudo inconexas y de “supervivencia”. Aún llevaron a cabo dos acciones en 1979: la ejecución de un esbirro torturador de la prisión de Turín, Giuseppe Lorusso, y la de uno de los más altos dirigentes de la Fiat, Carlo Ghiglieno, en otoño, en pleno anuncio de la contraofensiva patronal, con una ola de despidos políticos en Turín y en una situación de clase muy propicia. Dos acciones correctas, pero a destiempo, debido al mal trabajo político realizado por Prima Linea entre las masas. Dicho trabajo provocó por un lado la salida de las fábricas de militantes obreros de calidad para que pasaran a la clandestinidad; y luego el reclutamiento, sobre todo, de jóvenes extremistas que tendían a abandonar las fábricas, que vivían el compromiso armado al margen de un proyecto integrador de las cuestiones del movimiento de masas.

Las otras operaciones fueron un ataque contra la judicatura marcado por ese extremismo competitivo –había que buscar al enemigo cada vez más a la izquierda- que les llevó a ejecutar al juez Alessandrini en Milán (operación también muy mal vista pues dicho juez se había ocupado además en muchas ocasiones de los fascistas y los esbirros del Estado y no para protegerlos). Y luego dos errores: uno durante una expropiación (a causa de la torpeza de un notorio militarista, que se convirtió en uno de los primeros arrepentidos...) y el otro por error (de nuevo) en la identidad de la persona.

En definitiva, como puede verse, y sin tratar de crear polémica partidista, se ponía de manifiesto una deriva evidente en la que se entrecruzaban la falta de claridad programático-estratégica, la falta de homogeneidad y centralización, y un número excesivo de errores (revelador, en ese punto, de los problemas de fondo).

Y ello sin entrar en detalles sobre el funcionamiento de la base –debe tenerse en cuenta que en aquel momento Prima Linea era seguramente la OCC que contaba con el mayor número de militantes, separados entre el nivel superior y el del “combate proletario” (las Escuadras Armadas Proletarias, las Patrullas Armadas Obreras y otros grupos que constituían la red interna en el nivel de las masas)- donde repercutían todos estos nudos y defectos. Por otra parte, incluso el alto número de militantes de Prima Linea y de sus estructuras de “combate proletario” era en realidad un defecto, resultado de esta línea de “armar a las masas” que significó en la práctica la transposición de colectivos y sectores del movimiento del 77 sobre todo al ámbito de la organización armada. Algo que, como es fácil imaginar, hizo caso omiso de cualquier selección o estructuración seria, y peor aún, confundió nivel de masas y nivel de vanguardia.

Lo peor fue el sometimiento de todos los elementos de la base a la tendencia militarista que, como ya hemos señalado en el caso de las realidades a nivel de fábrica, provocó, por un lado, la esclerosis de las potencialidades y de las dinámicas en el plano de las masas y, por otro, escaladas incluso a nivel de barrio: en cierto momento hubo que buscar enemigos ya que todo el mundo “se había pasado”, con lo que fueron golpeadas personas completamente periféricas como guardias municipales, ginecólogos, arquitectos de prisiones y tenderos que habían disparado a ladrones.

Esto nos remite a una historia bastante conocida debido a su amplia cobertura en los medios: la de los Proletarios Armados por el Comunismo, grupo formado en la oleada del 77, y la de esta tendencia a armar a sectores enteros del movimiento. Se trataba de uno de esos grupos que carecían de auténtica estructuración política, programática, extremadamente eclécticos, incluso desde el punto de vista ideológico. Así, su existencia se consumió en un plazo de dos o tres años y terminó disolviéndose en las distintas corrientes menores del movimiento –algunos militantes se integraron en alguna de las dos organizaciones principales.

Originados más bien en los círculos autónomos, los Proletarios Armados por el Comunismo se nuclearon entorno a la reapropiación y, al igual que otros grupos, teorizaron y practicaron la expropiación como forma de existencia, como forma de ruptura con el trabajo asalariado (vieja raíz del movimiento revolucionario internacional, desde la Bande a Bonnot). Atacaron las estructuras represivas, en especial el proyecto de prisiones de máxima seguridad, contando para ello con antiguos presos que habían participado en la oleada de luchas internas. También realizaron algunas acciones de apoyo a las luchas obreras (disparos a las piernas e incendios), pero el centro de su atención fue sobre todo el ámbito en que se practicaba la “liberación concreta” del trabajo asalariado, capítulo este en que realizaron la original campaña (es lo menos que puede decirse) de represalias contra los tenderos que disparaban a los ladrones. Bueno, para entenderla debe también decirse que en el clima de endurecimiento represivo, de contraofensiva burguesa, la movilización reaccionaria de las capas intermedias, de las clases medias, formaba parte de toda una campaña en la que se recurría a sus actitudes mezquinas de pequeños propietarios. Así, por ejemplo, la extensión del “derecho a defenderse”, en realidad el derecho a matar de los esbirros y de los buenos burgueses.

De este modo se multiplicaron los asesinatos “en legítima defensa”, se duplicando los ejecuciones fáciles que cometían los policías en los barrios en la persona de rateros o simples proletarios en controles de carretera. Los Proletarios Armados por el Comunismo decidieron responder a todo esto y ejecutaron al joyero Torregiani, en Milán, y al carnicero Sabbadin, cerca de Venecia.

A continuación se produjo una incursión policial en un barrio de Milán de donde se sospechaba que procedían los Proletarios Armados por el Comunismo; la policía extremó la violencia llegando a darse el caso incluso de la comisión de torturas. La organización respondió ejecutando a un agente de la Digos (la policía política) involucrado, Andrea Campagna.

Carmelo Coccone, Mauro Mereu, Melchiorre Deiana, Sebastiano e 
Pietro Masala y Pietro Malune (militantes de Barbagia Rossa)

Como se puede observar, se trataba de campañas de prolongación de las luchas y de una cierta radicalidad del movimiento. Ya en el año 79 la experiencia se agotó; algunos se integraron en Prima Linea, otros radicalizaron su matriz y se constituyeron en “Ladrones Comunistas”.

Otra experiencia reseñable fue la de “Barbagia Roja”. Barbagia es una región interior de Cerdeña. Cerdeña ha mantenido desde la unificación de Italia una identidad de tenaz rebeldía pues, en la práctica, sufrió la unidad como una auténtica colonización: el subdesarrollo impuesto por el capitalismo italiano se reflejaba en sus condiciones socio-económicas. Cerdeña fue utilizada como reserva de mano de obra emigrante, allí se instalaron sólo unas pocas fábricas y de la peor especie (del sector petroquímico y otras porquerías semejantes) así como varias cárceles que daban empleo, en especial, a parte del proletariado sardo como policías de prisiones (en toda Italia). En Cerdeña hay todavía bases militares, italianas, americanas y de la OTAN (¡la mitad de las bases militares italianas están allí!). El panorama estaba bastante claro. Ni que decir tiene que el movimiento rebelde de la clase tuvo allí una gran tradición (numerosas figuras del comunismo y el anarquismo eran naturales de Cerdeña, pensemos, por ejemplo, en Gramsci), así como el bandolerismo, y que ambos se entremezclaron, naturalmente, en ciertos momentos. En cualquier caso, la lucha contra el Estado y sus secuaces tuvo allí siempre su importancia.

Barbagia Roja nació, pues, del entrecruzamiento de estas raíces y de la nueva oleada de los años 70.

El objetivo central de sus ataques fue, naturalmente, la militarización del territorio. De hecho, Barbagia Roja sistematizó y dio un marco político a una práctica antagonista difusa ejercida por muchos grupúsculos vinculados bien a las luchas populares, bien al “bandolerismo”.

Sufrió la ejecución de dos camaradas, Francesco Masala y Mario Bitti, por los carabineros en diciembre del 79. Mantuvo una estrecha relación con las BR debido también a la presencia en la isla y en sus proximidades de las cárceles de máxima seguridad más importantes de Italia (Asinara y Nuoro).

De hecho, trabajaron juntos y ello tuvo sus consecuencias.

La mención a las cárceles nos remite a un capítulo importante del 79: los motines en dos prisiones de máxima seguridad: Termini Imerese (Palermo) y Asinara. El primero en septiembre, el segundo en octubre. Es sobre todo este segundo el que merece ahora nuestra atención.

Asinara, situada en una pequeña isla frente a la costa de Cerdeña (las peores prisiones son las aisladas, como ésta), se había convertido en el símbolo de las prisiones de máxima seguridad por la dureza de sus condiciones, por la política de aniquilación que a todas luces se aplicaba allí contra los militantes revolucionarios y también por la enorme combatividad que había en su interior. Además, al estar allí encerrado el núcleo de los mejores brigadistas, se produjeron entre sus muros notables contribuciones teórico-políticas para el exterior: aquel año salieron de allí tres documentos importantes que difundió la prensa revolucionaria y fueron objeto de debate.

Un camarada de la primera hora de las BR, Fabrizio Pelli, murió de cáncer; en sus últimos días había sido trasladado al hospital y mantenido en aislamiento estricto por un cordón policial.

Hasta su muerte, Pelli se negó a pedir nada. Su figura permanece imborrable en el pensamiento y la memoria.

Estos motines se llevaron a cabo de una manera político-organizativa precisa. En los “campos” –así se había rebautizado a las prisiones de máxima seguridad- las BR habían impulsado la formación de Comités de Campo o Comités de Lucha, abiertos a distintos tipos de presos, en especial a ladrones politizados, a presos rebeldes con una historia de lucha detrás de ellos. Una especie de organización de masas que actuaba en dialéctica con las OCC exteriores.

¡El motín de Asinara pretendió lisa y llanamente su destrucción total! Los presos rompieron todo lo que se podía romper dejando la cárcel inutilizable. Fue una acción de gran valor. Como es de imaginar, las represalias fueron de una tremenda vileza, con castigos generalizados, traslados a celdas de aislamiento en otras prisiones y a menudo incluso violencia física. Pero se había arrancado una primera victoria altamente simbólica con esta devastación. El Estado no tardó en ponerla de nuevo en funcionamiento, pero se produjo, como vamos a ver, una segunda ofensiva revolucionaria con resultados.

Del lado de la represión, 1979 se caracterizó también por la gran redada llamada del “7 de abril”, que alcanzó de lleno al área de la Autonomía Organizada. Unos 30 dirigentes o ex dirigentes así como militantes conocidos fueron encarcelados, mientras se efectuaban cientos de registros por toda Italia. Fue un asunto muy contradictorio. La operación fue puesta en marcha por la [parte de la] judicatura de tendencia revisionista, sobre la base del clásico teorema-conspiración (el teorema Calogero, por el nombre del magistrado, se convirtió en paradigma del tratamiento represivo-judicial de la lucha de clases). Según este teorema, todo era BR –la Autonomía era tan sólo un simple brazo más público- y de lo que se trataba, sobre todo, era de buscar a los “jefazos” que, naturalmente, para las estúpidas y presuntuosas entendederas burguesas, sólo podían ser grandes cabezas, profesores o algo semejante. Efectivamente había profesores de Universidad que pululaban por la Autonomía, había todo un núcleo de profesores-investigadores de la Universidad de Padua de cierta reputación, incluso internacional. Su gran pope era el famoso Toni Negri. ¡Ya estaba! Habían encontrado al gran jefe en la sombra, al gran instigador y pensador de las BR, con todo su séquito.

Todo ello precipitó una crisis política, puesto que, en realidad, la Autonomía estaba muy alejada de las BR y de su visión del proceso revolucionario, de marcado carácter leninista, y al mismo tiempo dividida en su interior entre diferentes matices, tendencias, así como por evoluciones, especialmente en el plano teórico, azarosas, oscilantes y despreocupadas por completo de cualquier idea de continuidad, del sentido colectivo en la construcción, del protagonismo intelectual, precisamente... Más allá de la injusticia de quedar implicados en un proyecto y en actividades que no eran los suyos, Negri & Cia. comenzaron a defenderse de manera disociada, es decir, marcando las distancias al hacer recaer las culpas sobre los demás. Adoptaron el lenguaje del enemigo: “No somos asesinos ni terroristas”, lo que implicaba que otros sí lo eran. Se deslizaron hacia el terreno de una defensa victimista (los intelectuales, víctimas eternas del poder), legalista, hacia el terreno de las garantías burguesas, empezaron a retractarse de sus posiciones extremistas de antaño, dando finalmente un espectáculo muy poco glorioso y extremadamente perjudicial a la causa revolucionaria en su conjunto, al margen de las divisiones organizativas y de posicionamiento.

Por otra parte, todo ello desencadenó una crisis interna en la propia Autonomía, al negarse una parte importante [de sus miembros] a seguir ese camino, lo cual provocó nuevas fracturas y fragmentaciones, por si no eran suficientes las que ya había.

La organización veneciana, la más importante pero también la más afectada de la Autonomía, reaccionó en cualquier caso con una llamada a la movilización general y nacional; tan sólo unos días después hubo una oleada de ataques contra las estructuras represivas y de la Democracia Cristiana. Durante una de estas operaciones se produjo un gravísimo incidente: tres camaradas murieron por la explosión accidental de su bomba. Antonietta Berna, Angelo Del Santo, Alberto Graziani, militantes muy conocidos en su territorio, la zona industrial de Vicenza. El funeral y su defensa política fueron significativos (los obreros de una fábrica en cuyas luchas Angelo había participado activamente aportando muchos apoyo externo realizaron una asamblea en su memoria y participaron masivamente en su funeral, mientras que en la fábrica donde trabajaba se hizo otra asamblea).

Aquel año todo contribuyó a la radicalización y fueron las BR quienes, una vez más, impulsaron la tendencia, desgraciadamente negativa, de ese giro. Sobre todo al final del año, cuando dieron un terrible acelerón ejecutando a cinco policías en operaciones sucesivas y focalizadas.

Volvamos a la cronología de los hechos:

- Enero de 1979, Guido Rossa, militante revisionista y chivato, ejecutado por las BR en Génova.

- Enero, Emilio Alessandrini, magistrado de Milán, ejecutado por Prima Linea.

- Febrero, los tenderos Sabbadin y Torregiani (que habían asesinado a ladrones), ejecutados, uno en Mestre-Venecia, otro en Milán, por Proletarios Armados por el Comunismo.

- Febrero, Rosario Scalia, guardia jurado de banco ejecutado durante una acción de expropiación por la Unidad de los Comunistas Revolucionarios (Co.Co.Ri.).

- Marzo, Ermanno Iurilli, transeúnte, muerto en el curso de una acción de represalia por Prima Linea (por el asesinato de Barbara y Matteo), en Turín.

- Marzo, Giuseppe Guerrieri, carabinero, pero muerto por error por Guerrilla Proletaria (cercana a Prima Linea) en Bergamo, Lombardia.

- Marzo, Italo Schettini, capitalista inmobiliario-especulador y político de la Democracia Cristiana, ejecutado por las BR en Roma.

- Abril, Andrea Campagna, agente de la Digos (policía política) implicado en las torturas que se produjeron tras las redadas en el barrio de Barona en Milán contra los Proletarios Armados por el Comunismo, que fueron quienes lo ejecutaron.

- Mayo, los policías Mea y Ollanu muertos durante el ataque de las BR a la sede regional de la Democracia Cristiana en Roma. Se trató de una acción contundente, que supuso la ocupación de territorio por parte de quince activistas, en pleno centro de Roma, demostrando una elevada capacidad militar.

-Julio, el guardia jurado de banco Mana, muerto por accidente durante una acción de expropiación cerca de Turín, por Prima Linea.

Joe Strummer lider de The Class, mostrando una 
 camiseta de apoyo a las Brigadas Rojas (1978)


- Julio, el coronel de los carabineros Varisco, responsable de los presos, ejecutado por las BR en Roma.

- Julio, el empresario hostelero Civitate, considerado erróneamente como el delator de dos camaradas muertos en su bar, muerto por Prima Linea en Turín.

- Septiembre, el dirigente de Fiat Ghiglieno, en acción contra la reestructuración y la ofensiva patronal, ejecutado por Prima Linea en Turín.

- Noviembre, el policía Granato, de la comisaría de un barrio proletario de Roma, San Lorenzo, centro de lucha y de organizaciones, ejecutado por las BR.

- Noviembre, los carabineros Tosa y Battaglini, ejecutados en una acción de “contrapatrullaje” por las BR de Génova.

- Noviembre, el suboficial de policía Taverna, ejecutado por las BR en Roma.

- Diciembre, el suboficial de policía Romiti, ejecutado por las BR en Roma.

Todo lo cual da idea de la intensidad del enfrentamiento: en diciembre hubo un “viernes negro” en Turín (como lo llamaron, asustados, los periodistas buenos): las BR dispararon a las piernas a un director de fábrica en Mirafiori, organización que expropió igualmente una parte del fondo de nóminas de la fábrica de Rivalta; lo mismo sucedió finalmente en la fábrica de Lingotto (fueron ladrones pero la prensa exageró).


Continuará...